De antemano pido perdón por el tocho que voy a largar, es como si de repente me colase en el foro entre los coches atascados del denso tráfico urbano para contaros un poco mi vida motera.
Voy en moto por que me gusta, con la habilidad de un equilibrista adquirida por muchos años que lleva representando la misma función; esquivando espejos retrovisores, sorteando baches, sufriendo el estado de muchas malas carreteras, deslizándome como un patinador sobre la pintura de los pasos de cebra, pero sin los aplausos del respetable.
Bueno, es el precio que tenemos que pagar, además de mojarnos cuando llueve, helarnos cuando hace frío, deshidratarnos bajo el casco cuando hace calor, respirar en directo lo peor de la ciudad...etc.
A cambio, nos sentimos libres, disfrutamos al máximo de nuestro peculiar ballet sobre dos ruedas y somos los primeros en llegar a cualquier parte; también percibimos como nadie los primeros olores de la primavera, el frescor del atardecer, el viento en el rostro, cuando por fin nos evadimos del tráfico urbano por reviradas carreteras comarcales cabalgando sobre nuestro corcel de acero.
Además sabemos que el camino más aburrido es la linea recta y que ante la paradoja de tener un vehículo más rápido y ágil, preferimos detenernos a disfrutar del paisaje, dejando las autovías para cuando no nos queda más remedio que soportar el aburrimiento a 120 Kms/h.
De todas maneras, quienes hemos optado por la moto, aunque ya no sea más que a tiempo parcial, disfrutamos de uno de los vehículos más revolucionarios que se inventaron en el siglo XX, que a pesar de su mágico atractivo, fué capaz de motorizar humildemente la Europa de posguerras, y en nuestro caso de españolitos de a pié, colaboró de una forma definitiva a insuflar un soplo de libertad cuando se empezaba a vislumbrar algo de desarrollo en los años cincuenta.
Y yo, que nací a principios de los sesenta pude disfrutar de aquella desconocida sensación, asomando mi aún pequeña nariz por encima del manillar de la Vespa de mi padre. Quizás esas primeras ocasiones que sentí el aire en la cara y esa ilusión de volar sobre dos ruedas, que yo achacaba a que mi padre tenía poderes mágicos para mantenernos agradablemente en equilibrio, fueron el principio de todo a pesar de que el seat 600, 850, 127 y 124 pusieron un paréntesis hasta que años después cuando yo contaba con catorce años retomé la tradición familiar por las dos ruedas.
Recuerdo con cariño mi primera moto, una Montesa Cota 49c.c. que me dió la base para después poder pilotar una Puch Cobra 75c.c., luego una Montesa Cota 247, después una Bultaco Pursang 370, luego una Ducati Vento 350, Sanglas 400, Ossa Yankee 500, Guzzi 750 Lemans, y finalizando con una Honda CBR 600 que me robaron con dos meses y que tanto esfuerzo me costó comprar.. Todas me dieron satisfacciones y con todas experimenté esa sensación de libertad que sólo los moteros sabemos.
Después de un paréntesis de unos seis años sin moto por problemas económicos que no vienen al caso, retomé el mundo de las dos ruedas adquiriendo mi muy querida y apreciada Xciting 500C, con la cual me divertí mucho, me fué de mucha utilidad y tuve la oportunidad de conocer este foro y hacer estupendos amigos.
Las sensaciones indescriptibles, los viajes inolvidables y los buenos amigos moteros se han venido sucediendo gratamente de forma natural e inseparable, casi terapéutica, y como diría un viejo amigo mío motero: "Ha pasado mucha agua bajo ese puente y mucha gasolina por esos carburadores"...Y sea gasolina o cualquier otro carburante, mi moto seguirá rulando hasta que el cuerpo y los años aguanten.
Gracias a todos los amigos moteros que tengo y a los que dejé por el camino y gracias a todos los componentes de este foro que creo que resumen estupendamente el espíritu motero que tengo.
Perdón nuevamente por el tocho y saludos.
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